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Entrevista de Totte Mannes, amiga pintora de Eusebio Sempere

Recuperamos la entrevista de Totte Mannes, amiga pintora de Eusebio, incluida en el libro publicado en Finlandia «TAITEILIJAIHMINEN, TOTTE MANNES: ESPANJALAISA KUVIA», donde se recojen las conversaciones de Totte con los pintores españoles más representativos de los años 70, entre otros: Barjola, Martín Chirino, Amadeo Gabino, R. Canora.
Nuestro agradecimiento a Totte por tan valioso material.


 

Contenido de la entrevista:
Transcribimos integramente, sin correcciones ortográficas, el texto entregado a máquina por Totte.

LAS FILIGRANAS EN EL ESPACIO

Una casa blanca del siglo pasado, bastante bien conservada.
Un acensor blanco sube al sexto; al séptimo, a la buhardilla donde vive Eusebio Sempere hay que subir a pie.

Cuando Canogar me preguntó que cuál era el artista que mas me había gustado durante la cena contesté que Eusebio Sempere – aunque no pude hablar con el más que el tiempo de un saludo. Después traté de explicar de muchas formas las razones de mi inclinación y buscar en él rasgos y cualidades que justificaran mi preferencia por él dentro de este grupo ya de por sí agradable. Pero no me ocurrió nada, hasta los elogios me parecían en aquel momento muy manoseados. Dije sólo que me gustaba porque era muy buena persona y se le notaba.
Por fuera es un hombre de constitución delgada y rasgos finos, que tiene la voz traquila, la mirada inteligente y una sonrisa que inspira confianza.
¿Y que más? Se trata de uno de los primeros constructivistas del mundo y de los más conocidos, un hombre premiado ansalzado y modesto, tan terriblemente modesto (quizá sea éso: bondad, inteligencia, modestia) que ningún articulo sobre él deja de mencionar esta cualidad.
¿Es posible que se trata de un super-hombre? Si. Al fin y al cabo los hay.Ya a la entrada se disculpa por no haber tenido tiempo de llamar antes que yo como estaba planeado, sólo hacía tres días que había vuelto de viaje y no… le interrumpo, yo ya sabía lo del viaje, Cillero también fue, un banco en Torrente quiere decorar sus locales con las obras de algunos artistas. Y pienso mientras atravieso el fresco vestibulo como es posible que tú me pidas perdón por semejante cosa, si eso es asunto mío, además siento tanta admiración por tí que estoy temblando y tu vas y empiezas la conversación pidiéndome perdón humildemente. Hah.

Me ruega que me siente en ésa silla porque es el mejor sitio. Junto a la silla zumba una estufa eléctrica, me siento.

– He estado leyendo cosas sobre tí toda la mañana.
– ¿De veras? sonríe sorprendido.
– Tengo el libro pequeño y de ahí. Cuéntame que tal en Paris, entonces, hace ya tiempo, ¿lo harás?
– Si si, pero ¿quieres un café? te puedo traer primero una taza de café? Se va a la cocina.

Esta habitación en realidad no está decorada, solo tiene los muebles imprenscindibles y eso es todo. Esta es la casa más sencilla y menos falsa que he visto en mi vida.
El sofá esta tapado con una manta, delante de el hay una mesa y un par de sillas, en la pared una librería de madera natural llena de libros finos sin encuadernar cuyos títulos no puedo distinguir. Seguramente son libros de poesía. En una pared hay obras informalistas de amigos suyos, todos bonitos, claro, y en otra pared una obra suya, un círculo hecho con bombillas de distintos colores pegadas a un disco. En el tocadiscos se oye una música agradable.

-¿Que es? pregunto aunque ya lo adivino.
– Vivaldi.

Dicen que es tan entusiasta de la poesía, la arquitectura y la música como de la escultura; Cristobal Halffter, el sobrino de Ernesto es uno de sus mejores amigos.
Delante de mi en la mesa hay una bandeja con una botella grande de whisky, una de coñac, bebidas refrescantes y dos vasos. Eusebio deja sobre la bandeja una tacita de café humeante con azúcar.

Cerca de la ventana junto al tablero de dibujo hay botes de pintura y papeles. Sempere no pinta al óleo sino con guash, traza líneas finas como cabellos unas veces continuas, otras cruzadas hasta que forman un conjunto armónico. Los trabajos en metal, las soberbias esculturas brillantes y grandes las hace en el taller a las afueras de la ciudad.

Sempere comenzó a hacer sus obras constructivistas, cinéticas y ópticas junto con Vasarely, unos diez años antes que estas tendencias artísticas se generalizaran definitívamente. Después del Bachiller y de la Escuela de Bellas Artes de Valencia se marchó a París con una beca de estudios en 1948 y allí se quedó durante once años.

– Once años, me dice, muchas veces la gente dice haber vivido en el extranjero y afirma conocer bien los sitios cuando se trata de meses o de algunos años. Once años es parte de la vida de uno.

Una luz tenue y amarillenta la ilumina la cara por un lado. Andrés dice que es un santo.

– ¿Aqui que tal te va, estás contento?
– Si y no. Si. Todo es mucho más facil. Cuando llegué nadie me conocía porque a los españoles no les interesa lo que ocurre en el extranjero. Por otro lado, a pesar de lo mucho que me gusta Paris, allí tenia que trabajar para vivir y solo podía pintar por las noches y siempre tenía que tener un certificado de trabajo, el extranjero tenía que justificar de que vivía.
– ¿En que trabajas allí?
– Hacía de todo, metía anuncios en sobres, sellaba papeles, estuve en fábricas, en todas partes como los demás estudiantes. Trabaja dos días con el fin de tener dinero para pintar otros dos. Pintaba, y cuando se acaba el dinero volvía a trabajar.
– Pero yo era joven y eso era lo que hacía todo el mundo, aquello no tenía nada trágico y todas mis tristezas se veían recompensadas por las importantes personalidades que tuve la suerte de conocer. Entre mis mejores amigos estaban Jean Arp y Vasarely, Soto y Seuphor…
– Sigue, sigue…
– ¿Querias hacer alguna pregunta?
– A Georges Braque le conocistes en una frutería, no?
– Si, pero el no estaba entre mis amigos propiamente dichos. Fuí a verle muchas veces, era una persona muy admirada y con mucha clase.

Eusebio habla con calma, con amabilidad, le brillan los ojos.
Pertenece a esa clase de personas que a mas de uno le gustaría tener por hermano o padre, por marido, amigo, de cualquier forma algo cercano. De repente se me ocurre pensar que en brazos de este hombre sería agradable morir, el taparía al muerto con sus hermosos trazos, le pondría encima de esos papeles suyos limpios en los que ha pintado con gran esfuerzo líneas finísimas consiguendo una figura que en su lógica claridad es el colmo de la pureza, la última frontera del ascetismo.
Es perfectamente comprensible que un constructivista de nacimiento como este, se interese por la creación musical y por el mundo de las linéas, superficies y equilibrio de la arquitectura. Y cuando se contemplan sus obras se comprende también la existencia de la poesía.
La gente dice que el constructivismo es un arte frío y sin vida. De acuerdo. Pero también es un arte lógico, elegante, estético y sobre todo sugestivo. En esta última cualidad está su fuerza y su calor.
Vasarely escribió el texto para el catálogo de la exposición de Sempere en 1970. Al final del texto publicó un poema de Jean Arp dedicado a él:

«Sempere me tiende hojas de una vida clara
lejos de los espectros vivificados por lombrices
lejos de las horribles fealdades de los bazares de placentas
Sempere ha dibujado proyectos de alturas sobre los que llueve blanco de un cielo claro, Pinta batallas de lágrimas de alegría.
Sempere ha pintado las intenciones más íntimas del aire.

– Ese catálogo es para tí, me dice, y este otro.

Los ctálogos están un poco amarillentos, los hojeo y me los meto en el bolso.
Solo en casa comprendo la importancia del regalo que me ha hecho.

– Dime, ¿como erá Jean Arp?
– Una gran personalidad, inquieto, nervioso. Jamás podía estar tranquilo sino que movía las manos incluso estando sentado. Le encantaban las palabras y escuchar su propia voz, emplea un vocabulario claro, sin tapujos, disfrutaba con lo grotesco de la vida, era irónico, satírico, surrealista. Y un artista de talento… tenía todo tipo de facultades, parece ser que el poema que me ha escrito se imprimió en Alemania pero nunca lo he encontrado.
– Acabo de leer un ensayo sobre él de un ascritor amigo mío, un poema también estaba.
– La época más difícil para mi fueron los primeros años en París, o sea los primeros anos del cincuenta. En muchos años aunque lo intenté no conseguí hacer nada importante, trabajaba de día y por la noche pintaba. Después en él ano cincuenta y tres…
Por aquél entonces o más bien de los años cincuenta a los sesenta la cotización do los cuadros de Picasso aumentó diez veces su valor. Sempere que seguía su propia línea clara había celebrado su primera exposición en el ano 49, se le recibió sin entusiasmo y un año más tarde quemó todas las obras presentadas en la exposición.
Hay pintores que pintan con su sangre, Sempere es uno de ellos.

– ¿Te molesta esta música?? Quieres oír alguna otra cosa?
– No no, eso está bien.
– Pongo a Vivaldi cuando trabajo.
-¿Oue aprendistes en la escuela de Bellas Artes?
– Nada. Ni los démas tampoco. Allí no te enseñaban nada, ni te orientaban, ni te apoyaban y todo lo nuevo era sistemáticamente condenado.
– Aquellos años, precisamente esos tres años de la escuela han sido los años más deprimentes de mi vida. Ni siquiera ahora, cuando voy a Valencia puedo cercarme a aquél edificio, tan desagradables son los requerdos que guardo de aquel lugar.
¿De donde proviene este odio a las Escuelas de Bellas Artes? Es una cosa que se oye siempre y de la que de aquerda uno con todo su ser cuando lo ha vivido personalmente. Recuerdos sombríos; tristeza, angustia, inseguridad y un silencio total. ¿Que es lo que sé, parece que nada puesto que nadie me dice nada, me quedo o me voy, que tengo que hacer si nadie habla nada. Chirrido de parquet, olor de polvo, el tenue silbido del carboncillo sobre el papel, personas extrañas alrededor en una luz mustia. Los únicos que se comportaban con espontanidad y libertad eran los alumnos sin talento.
– A lo mejor el problema está en parte en los alumnos, le digo, los alumnos con talento tienen tendencia al pesimismo, además están menos seguros de sí mismos que los que no lo tienen.
Eusebio se levanta a encender el círculo de luz de la pared. Tiene un metro de diametro. Primero se encienden las luces verdes laterales, después el aro interior amarillo, luego el cuadrado rojo del medio y finalmente las luces azules llenan la superficie.
– Ahora, cuando se han encendido las luces azules tus ojos han buscado automáticamente el cuadrado rojo, la forma que difiere del resto,? a que si?
— ¿Ha estado esta obra en muchas exposiciones?
– Solo en una. Estos trabajos de electricidad son difíciles, se rompen o la electricidad es distinta en el extranjero y de dónde saco una bombilla nueva si una de esas se rompe. Por eso dejé de hacerlas, eran demasiado inseguras.

Mira a su alrededor, – quieres ver dibujos? me pregunta, saca una carpeta grande de la librería y la abre.
Me eseña guashes hechos sobre papel poroso negro o marrón; lineas finas forman distintas figuras, los colores se oscurecen de una línea a otra, se aclaran, se juntan se separan.

– ¿Los encuentras demasiado fríos?
– No, mire este, mire este tono cobrizo brilla aquí, parece que esta ardiendo.
– Solo me quedan estos, los demás los he regalado.

Finalmente acerca a la luz de la lampara dos cuadros ya terminados. Tienen un marco de aluminio y llevan cristal. Están pintados en una plancha lisa de fibra, uno es azul, el otro gris claro. En este último hay cuatro rombos o mejor dicho ocho que se extienden a todos lados en forma de estrella, el rombo está hecho de rayas finas que se van haciendo cada vez más claras.

– ¿Cuanto tiempo le dedicas a una cosa de estas?
– Un mes. Hago doce obras al año. Mira aquí ha sonado el teléfono, me enseña una mancha que apenas se ve, cada vez que suena el teléfono la pintura tiene tiempo se secarse y se queda la huella.
– De lo que se deduce que a partir de ahora sólo te puedo escribir cartas.
– No no, se ríe, puedes llamar todo lo que quieres.

Cuando llega Eero a buscarme quedamos en que vendrá a casa el viernes, que no nos llamaremos por teléfono, el viene y ya está.
Nos dá las gracias y sonríe, que sonrisa tan simpatica tiene… tiene todo el aspecto de haber recibido una invitación de mucha importancia, ai Sempere, Sempere.

 
 

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