Sempere con su hermana Concha en el corral de su casa de Onil
Nada material queda de sus dibujos de niñez, pero sabemos que dibujaba y exageraba con perspicacia los rasgos de maestros y compañeros de clase. Con esto, logró ganar la atención de todos y crear a su alrededor cierta fama de pintor.
Su hermana recuerda especialmente su primer óleo -copiado de una tarjeta- en el que aparecía una dama ataviada con traje de época lleno de bordados que tocaba un piano de pared con candelabros; en este primer óleo, Eusebio logró reproducir con enorme gracia los detalles del vestido, la perspectiva, el color… causando la sorpresa y la aprobación de su familia. Sempere tenía solo ocho años.
La vocación del Sempere niño alcanzaba su máxima expresión en la reproducción paisajes, generalmente copiados de tarjetas, otros cuadros, fotos o imágenes de calendarios, tal y como vemos en la foto adjunta.
Durante el año de estudios de Bachillerato en Alcoy, dibujó una caricatura sobre sí mismo que envió a su familia en una carta. En ella, aparecía tumbado sobre una cama derramando lágrimas de tristeza y nostalgia que iban formando un charquito en el suelo.
Ya con la fama de pintor ganada, Sempere tuvo que cumplir la función de “retratista” del pueblo durante los años de guerra. Por encargo de los familiares, dibujaba a carboncillo los rostros de los desaparecidos y, a cambio, recibía productos muy valorados en una situación de guerra: patatas, huevos, harina… Esta tarea parecía deprimirle enormemente pero, sin embargo, la asumió dada la ayuda que suponía para el sostenimiento de su familia.