Durante los años 60, España vivía encerrada en su propio contexto político y cultural y el país había permanecido aislado de las corrientes externas.
Esta situación había generado reacciones artísticas y culturales no poco interesantes tal y como lo demostraba el Grupo El Paso o Parpalló.
El cinetismo europeo era un fenómeno desconocido y totalmente ajeno a la idiosincrasia española. Sempere, no carente de inseguridad y titubeos, y ya distanciado de la norma cinetista, introducía en los 60 esa corriente innovadora; con ello cumplió una función didáctica, tuvo que «explicar» en qué consistía esta tendencia de «arte nuevo», su origen, su razón de ser… etc.
La prensa de estos años refleja esta situación y, en todas sus entrevistas aborda explicaciones sobre cinetismo. Este hecho se repetirá durante toda la década de los sesenta y setenta, y resulta ciertamente paradójica su posición al tener que definirse a sí mismo dentro de una etiqueta en la cual ya no se sentía cómodo.
A mi arte lo denominaban cinético, pues tiene algo de cinematográfico por sus formas cambiantes. Esta técnica es nuevísima y fue el resultado de incorporar a la pintura -siempre en evolución- elementos nuevos. Algunos pintores han introducido a sus óleos tierras, arpilleras, entramados de hilos. Yo incluí en ellos la técnica: la luz, el movimiento.
Este fragmento de una entrevista pertenece al diario Pueblo de un 1 de febrero, queda sin especificar el año, pero es deducible que pertenece a su regreso a España y antes de su viaje en el 64 a EEUU. Sempere envió a su familia este recorte de prensa.
A la pregunta ¿Qué es, en el fondo, el «op-art»? Sempere respondió en una pequeña entrevista de El noticiero universal:
Una derivación de Mondrian, dar movimiento al estatismo de Mondrian; este movimiento es el que produce efectos ópticos.